lunes, 25 de octubre de 2010

El Malova que calaremos PDF Imprimir E-Mail
Alejandro Sicairos   
Lunes 25 de octubre de 2010
Si Mario López Valdez es panista o priista y si su padre político es Juan Millán o Joaquín Vega Acuña, es lo menos importante cuando se acerca el momento de calarlo en un gobierno, el de Sinaloa, que al ser de enorme complejidad requiere no a un hombre que baile y que sonría, sino al estadista que tenga el temple, los arrestos y sobre todo la voluntad para poner orden en esta tierra que cada vez es menos de la gente de bien y se torna territorio de los grupos delictivos. Ya se sabe que Malova es carismático, ahora hay que ver si es congruente con su palabra y apto para gobernar.
Es absurdo que a más de cien días de la jornada electoral muchos sigan disputándose la paternidad del triunfo malovista y le estén imponiendo al mandatario estatal electo el pago de cuotas en la arcaica idea del embrión de la alternancia como fruto de la copulación masiva. La lógica del poder de “no es posible un mejor gobierno sin mí”, es la principal aberración de partidos y personajes que reniegan del estilo priista y al mismo tiempo toman los más caducos métodos de ese modo de ejercer el poder.

La condición indispensable número uno es que se le permita a López Valdez, si está en su ánimo hacerlo, diseñar un equipo de trabajo como lo ha ofrecido, sin ratas y sin flojos. En ese sentido, seamos realistas, los partidos que lo llevaron al triunfo tienen poco qué aportar y como muestra, he ahí los recelos y recriminaciones que crecen en panistas, perredistas y convergencistas que angustiosamente se anticipan al riesgo de verse fuera del próximo Gabinete estatal.

Se están cometiendo muchas tonteras en el desespero por ver actuar a Malova más allá de la parafernalia de oropel que lo envolvió durante la campaña. Qué tiene de inteligente el hecho de que Francisco Solano Urías, dirigente estatal del PAN, le responda a Joaquín Vega Acuña que López Valdez ya no es priista. Por qué se molesta Ramón Lucas Lizárraga, presidente del Comité Estatal perredista, solamente porque el gobernador electo no ha incluido las propuestas que su partido le hace para considerarlas en el Plan Estatal de Desarrollo.

Se tata de preámbulos de los berrinches colosales que están por venir. Por no dejar que quien se dice el verdadero padre político de Malova le dispute a Vega Acuña tal progenitura, o por no saber que los foros de consulta son un auténtico montaje para legitimar un programa de gobierno ya preconfigurado, Solano Urías y Lucas Lizárraga no se ven nada oportunos pero sí muy oportunistas. Por el desasosiego que exhiben, debe ser algo terrible quedar fuera del autollamado gobierno del cambio.

No coman ansias. De aquí en adelante Malova habrá de mandar señales muy claras sobre el modelo de régimen que inaugurará en el estado en unas semanas más; sus acciones u omisiones estarán bajo una lupa social tan potente como lo es la esperanza de que las cosas cambien. Ahí se sabrá si ya le cayó el veinte de la circunstancia histórica que tiene en sus manos, si viene a reciclar el modus operandi priista bajo una envoltura azul, si su oferta de dar seguridad a los sinaloenses fue argucia electorera en vez de convicción, si le perdonará a Jesús Aguilar Padilla todas aquellas ilicitudes que le endilgó en la etapa proselitista y si las masas que lo llevaron al poder ganaron un líder o fabricaron otro miembro de la camarilla mafiosa.

Recordemos: una vez en los cargos, aún los políticos más fieles a sus principios experimentan cambios de conducta y mentalidad. El poder los transfigura y en ocasiones los enloquece. Unos se creen los nuevos mesías y otros los dueños de la fábrica de ricos llamada Sinaloa. Es entonces cuando la sensibilidad se vuelve altanería y la inteligencia decae en torpeza.

En fin, acabó la fiesta y sigue la cruda realidad. Mucha atención a lo que pase en estos días previos a la asunción al cargo. En la hora de la prueba, la mutación ideológica de Malova o la múltiple autoría de su ingreso a la política qué diablos le importan a una tierra bañada en sangre, saqueada cínicamente, estancada en la opacidad y donde la aguja de la ilusión se perdió en el pajar de la simulación y la traición.

El Malova que calaremos no es el que agita la cadera al ritmo de una cumbia. Es el que tendrá que mover a una sociedad escéptica y paralizada por los agravios.

Re-verso
Ellos sufren por no saber,
si las escasas convicciones,
les alcanzan para obtener,
en el Gobierno posiciones.


Caníbales en la tribu

Entre el delegado de la Sagarpa, Guadalupe Carrizoza, y el dirigente panista, Francisco Solano Urías, están protagonizando la peor comedia que pudo venirle al Partido Acción Nacional en la víspera de que Malova resuelva quiénes son los hombres que lo acompañarán en la administración pública estatal. Solano opera sin interrupción en mostrar a Carrizoza como el gran villano de esta farsa, mientras Carrizoza busca a contrarreloj asear su currículum en la función pública para el momento en que el gobernador electo palomee la lista de colaboradores. La autofagia política los aniquila a ambos. Ni duda cabe que el PAN se parece cada vez más a un PRI que, ahora resulta, parecería una inofensiva monjita frente a las endemoniadas ambiciones que convierten a los panistas en caníbales de sus propios ideales. Comed, pues, de sus propios despojos.

Curiosidad a destiempo

A la gente que considera de toda su confianza le está preguntando Jesús Vizcarra Calderón qué es lo que falló en su aspiración de ser el próximo gobernador de Sinaloa. Si esto lo hubiera investigado unos meses antes, le hubieran dicho que él era la falla.

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